Hija de la luna
Ahora recuerdan su nombre
y silban su canto,
ayer sembró su ilusión
en los campos arrasados
dejando su aroma
en los ojos del manantial.
Ahora leen su escritura
y escuchan sus yaravíes,
anoche derramó su sangre
en los surcos ignorados
escribiendo su historia
en las entrañas del universo.
Ahora esculpen su imagen
y anuncian su llegada,
antes sublevó a la viscacha
en las montañas tutelares
repicando su grito
en los cielos del Ande.
Con su aliento flameó el pajonal
y con su lágrima creció el rosal,
con su mano lastimada
y escarbando el suelo
enterró su sueño
para que florezca en el quinual.
Con su poesía calentó la piedra
y con su estruendo tembló la tierra,
con su ímpetu ferviente
y atizando el recuerdo
esparció su hálito
para que crezca en el herbazal.
Con su gesto fundió la noche
y con su fe encendió el fuego,
con su cariño inagotable
y abriendo el ocaso
encumbró su heroísmo
para que germine en el maizal.
Allí difundió su palabra
que jamás claudicó,
aquí quedó su huella
que nunca se borró
y allá nació su coraje
que siempre perduró;
ayer encontró sus pasos
en las orillas del Urubamba,
ahora anida su furia
en las veras del camino
y mañana crecerá su regocijo
en las páginas de los días;
por aquí saludó al destino
abrazándolo fuertemente,
por allí habló al Awkiwillka
para que el qantu siga floreciendo
y por allá contó a la wallata
la historia del colibrí herido.